Libertad de Catedra vs. Enseñanza por CompetenciasLibertad de Catedra vs. Enseñanza por Competencias

La libertad para enseñar es inherente a nuestra profesión y aporta riqueza a las aulas, pero no puede ir más allá de la promesa que hace la comunidad educativa a sus estudiantes sobre aquello que sabrán, sabrán hacer y serán cuando acaben su formación. La práctica educativa no puede ser sólo individual, ya que la promesa es colectiva. Cada entidad debe establecer una práctica educativa compartida alineada con las finalidades del aprendizaje, y esto comporta forzosamente, ciertas actividades docentes coordinadas que puedan ser medidas y por supuesto, mejoradas.

El Perfil Competencial del Alumno actual exige enseñar y aprender competencias como parte de sus finalidades del aprendizaje, y por tanto, saber utilizar los hechos, conceptos, procedimientos y actitudes de manera interrelacionada para resolver problemas complejos de la vida. Su aprendizaje es complejo, se necesita mucho tiempo para interiorizarlo y, además, la mayoría de estos componentes competenciales son de carácter transversal (interdisciplinar y metadisciplinar) por lo que, ¿qué docente puede arrogarse, desde su libertad de cátedra, la responsabilidad de enseñar alguna de estas competencias por sí solo/sola? Aquí algunas claves al respecto.

Podemos afirmar que los sistemas educativos con un enfoque por competencias, son incompatibles con una profesión educativa individual y centrada en la libertad de cátedra, ya que técnicamente sólo es posible enseñar y aprender competencias si los docentes trabajan de manera coordinada, estimulando el aprendizaje durante tiempo suficiente como para llegar a los resultados esperados en sus estudiantes, dándole consistencia al proceso de enseñanza-aprendizaje. Como afirma Ana López Hernández: “El poder de un profesor aislado es limitado”. Este poder de estimular el aprendizaje y hacer la diferencia en la vida de cada estudiante es efectivo cuando es colectivo y para ello, es esencial llegar a consensos sobre la forma de trabajar en las aulas.

Por otro lado, en otros ámbitos profesionales está muy estudiado que las organizaciones donde cada profesional puede seguir la metodología que quiera, la ansiedad, las ineficiencias, las injusticias laborales se suceden un día sí y otro también; a pesar de la enorme cantidad de papeleo administrativo y documentación que gestionamos en las entidades educativas (entradas, salidas, planes, programas, entregas a tiempo, formatos bien rellenados, incidencias organizativas detectadas y mejoradas, etc.) seguimos sin contar con protocolos claros sobre la práctica educativa que los docentes podamos seguir con seguridad, que podamos estudiar y mejorar continuamente.

No cabe duda de que algo no hemos asimilado bien los profesionales de la educación (o nos han querido vender equivocadamente), ya que tenemos una percepción de la autonomía del profesorado que muchas veces juega en nuestra contra, que provoca que nos sintamos tan orgullosos de nuestras propias prácticas que sea muy difícil abrirlas al escrutinio, compartirlas o criticarlas constructivamente entre colegas. Pensamos: “¿Qué tengo que compartir con alguien que no enseña como yo?”. Esta pseudo-cultura, que se percibe con mayor o menor fuerza en todos los niveles educativos, es la que mantiene una especie de endogamia que no nos permite avanzar y mejorar lo que hacemos en las aulas. Hay que tomar en cuenta que si queremos calidad educativa necesitamos aprender continuamente sobre lo que hacemos en la práctica y eso pasa forzosamente por una cultura docente abierta y compartida.

Sabemos que las organizaciones que aprenden son las que generan conocimiento, no las que sólo usan el conocimiento. Es decir, organizaciones de profesionales que no repiten una y otra vez los mismos patrones, sino que son capaces de analizar y estudiar dichos patrones, para cambiarlos por otros que sean cada vez más efectivos. Este hecho necesariamente acaba transformando a sus organizaciones en algo diferente de lo que eran. La calidad educativa requiere organizaciones que aprendan y mejoren continuamente, por lo que son necesarios profesionales que estén dispuestos para el cambio individual y colectivo.

Se trata de desarrollar competencias docentes individuales y colectivas para ver el sistema con sinceridad y analizar:

  1. Por qué es difícil para el individuo cambiar (necesidades de formación de los docentes) y aprender cómo tomar acciones efectivas para ayudarnos entre nosotros a ser mejores profesionales.
  2. Por qué es difícil para la organización cambiar (patrones de conducta y cultura docente) y aprender cómo realizar acciones efectivas, seguras y justas para que los docentes cambiemos sin que nuestro día a día se convierta en un infierno.

El trabajo realizado bajo estas premisas permite a sus integrantes cambiar sus propias creencias individuales y sus conductas, ayudando a modelar esas conductas en sus colegas y colaboradores. Este constituye el primer paso hacia una cultura docente con un enfoque en la calidad pedagógica, cuyas raíces son nuevas creencias y conductas profesionales que soportan y adaptan la organización para que aprenda continuamente, para que genere conocimiento nuevo y mejore sistemáticamente la enseñanza y el aprendizaje.

Referencias:

López Hernández, A. (2007: 55). 14 ideas clave. El Trabajo en Equipo del Profesorado. (Ed. Graó).

Malpica, F. (2013: 165-172). 8 Ideas Clave. Calidad de la Práctica Educativa. (Ed. Graó).

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